Es normal ver jóvenes y adolescentes asistir a discotecas,
boliches y lugares de esparcimiento, como así también regresar de ellos. Desde
hace un tiempo, no podemos estar tan seguros. Ya sea por inseguridad, drogas,
alcohol o incluso, una pelea callejera, nuestros jóvenes corren un gran peligro
al salir de casa. En esta oportunidad, el antagonista será la burundanga, una
droga que “asesina” la voluntad.
Para el presente informe, tuvimos la oportunidad de hablar
con Carina Luque, una psicopedagoga inmersa y comprometida con el
comportamiento adolescente, quien responsabilizó a “las familias
disfuncionales, el cambio de roles y la competencia entre padres e hijos”, como
principales motivaciones de los victimarios. Así también, aseguró que lo que
buscan estos jóvenes es la “sensación de superioridad al someter y apropiarse
de una persona contra su voluntad”.
La psicopedagoga no sólo hizo referencia a las cuestiones
sociales, históricas y culturales que llevan a la errónea y peligrosa
manipulación de la burundanga o escopolamina, sino que también nos contó la
forma en que actúa: “tarda entre dos y cinco minutos (…) produciendo la ingesta
y secreción glandular, la suspensión de la producción de saliva, con sequedad
bucal y dificultades al deglutir y al hablar. Se produce también una ceguera
transitoria”.
Una vez más, los menos experimentados de la sociedad se
complementan con el peligro. “La pérdida de memoria y la inconsciencia total
son otros efectos a adherir”, continuó. Ya desvirtuado el uso de esta droga y
con las aclaraciones de Carina Luque, no quedan más dudas de su utilidad: “apoderarse
de la voluntad ajena”. Y es así como en nuestra ciudad ya se han constatado dos
casos de violación y violencia.
Patricia Gordón, presidenta de la ONG EnRed, fue contactada
por ambas mujeres para una mayor contención psicológica ya que una de ellas se
encuentra en un “estado de estrés pos traumático”, según contó la representante
de la organización. A su vez, dio un mensaje claro y conciso para una mayor
protección ante estas situaciones violentas: “tener algún tipo de precaución y
estar advertido de que esto pasa”, concluyó.
Y así es como deberían estar jóvenes, adultos y ancianos.
Tomando recaudos. Por eso, decidimos ver si aquellos que más expuestos se
encuentran tienen consciencia de lo que ocurre. Conversamos con Florencia Cano,
una adolescente de 20 años que acostumbra salir constantemente. Lejos de
mostrarse preocupada o alterada por la burundanga, acusa no temerle ni sentirle
próximo ya que nadie de su entorno ha padecido una situación semejante a las
descriptas previamente.
En cuanto se le preguntó a la joven por el tema alcohol fue contundente: “depende del lugar en el que estés se emborrachan más o menos, los jóvenes (…). En mi caso muchas veces he aceptado tragos y… hay que tener más precaución pero en el momento no lo vemos”.
Dentro de los malos usos de la burundanga, también debe mencionarse que se emplean para robos y secuestros. En sus comienzos, la única función de esta droga era limitar e incluso eliminar por completo, los mareos en los medios de transporte. Su dosis era mínima al igual que el efecto.
En los últimos tiempos su uso se ha frecuentado, convirtiéndose
en la herramienta preferida por delincuentes, abusadores o gente de mala fe que
emplearán la burundanga para hacerse de las decisiones, voluntad, consciencia y conocimientos ajenos. Los
afectados pierden todo tipo de resistencia, pudiendo ser inducidas a realizar
cualquier actividad sin tener noción lo que realmente ocurre.
Por tal motivo, entendemos la peligrosidad y prejuicios que
esto contrae. Si bien no hay forma de revertir la situación, debemos prestar
mayor atención, colaborar con el prójimo si lo vemos en “situaciones
sospechosas o de alarma”, hablar, perder el temor, hacer denuncias, advertir.
En fin, trabajar en comunidad.
Quienes necesiten asistencia pueden acercarse a la sede de la ONG EnRed, en Santa Fe 2946 (pasillo fondo), o pueden comunicarse al 156-017711.